En la juventud, me esforzaba demasiado, pensando que todo podría salir bien; solo tenía que desearlo y, con un poco de esfuerzo, podría conseguirlo.

Hasta que participé en la selección del Ministerio de Relaciones Exteriores, y fui superado por alguien, mi mundo sufrió un golpe devastador.
Un amigo dijo que no ir al Ministerio de Relaciones Exteriores es algo bueno para mí, porque si lo hiciera, podría sufrir de depresión o ofender a mis superiores. Tienen razón en lo que dicen.
Pero en ese momento, para mí, la vida ya había terminado. Desanimado, sentía que no podría conseguir lo que quería, no importa cuánto me esforzara.
Ahora estoy muy perezoso, solo quiero quedarme acostado, no tengo un gran deseo por el dinero y los bienes materiales. No me interesan los coches de lujo ni las marcas de moda.
Ese impulso de superar a los demás y ser el primero ya no existe.
No casarse también es porque no quiero esforzarme, tener hijos significa que debo esforzarme en la crianza, vivir en este mundo es bastante difícil.
Si hay un lugar que resulta atractivo, tal vez sea un lugar como los países nórdicos donde se puede llevar una vida tranquila. Una vez resuelto el problema de la subsistencia, cada persona solo necesita concentrarse en lo que le concierne.
Luchar también es luchar por lo que a uno le gusta, y no por perseguir dinero y fama.